¡En la propia ciudad, a la vista de la casa
en la que vivía Charlie, había una ENORME FÁBRICA DE CHOCOLATE!
¿Os lo imagináis?
Y tampoco era una enorme fábrica de chocolate cualquiera. ¡Era la más grande y famosa del
mundo entero! Era la FÁBRICA WONKA, cuyo propietario era un señor llamado Willy Wonka, el mayor inventor y fabricante de chocolate que ha existido. ¡Y qué magnífico, qué maravilloso lugar era
éste! Tenía inmensos portones de hierro que conducían a su interior, y lo rodeaba un altísimo muro, y sus chimeneas despedían humo, y desde sus
profundidades podían oírse extraños sonidos sibilantes. ¡Y fuera de los muros, a lo largo de una
media milla en derredor, en todas direcciones, el
aire estaba perfumado con el denso y delicioso
aroma de chocolate derretido!
***
Lo que veían desde allí era un magnífico valle.
Había verdes colinas a ambos lados del valle, y
en el fondo del mismo fluía un ancho río de
color marrón.
Es más, había una enorme cascada en el río, un
escarpado acantilado sobre el que el agua
rodaba y ondulaba en una sólida capa, y luego
se estrellaba en un hirviente, espumoso
remolino de salpicaduras.Debajo de la cascada (y éste era el espectáculo
más maravilloso de todos) una masa de
enormes tubos de vidrio colgaba sobre el río
desde algún sitio del techo, a gran altura. Eran
realmente enormes estos tubos. Debía haber al menos una docena, y lo que hacían era
succionar el agua oscura y barrosa del río para
llevársela a Dios sabe dónde. Y como estaban
hechos de vidrio, podía verse fluir el líquido a
borbotones en su interior, y por encima del
ruido de la cascada podía oírse el interminable
sonido de succión de los tubos a medida que
hacían su trabajo.Gráciles árboles y arbustos crecían a lo largo de
las orillas del río, sauces llorones y alisos y
altos rododendros llenos de capullos violetas y
rosados. En las colinas crecían miles de
botones de oro.
—¡Mirad!—exclamó el señor Wonka, bailando
excitadamente y señalando el río de color
marrón con su bastón de puño dorado—. ¡Es
todo de chocolate! Hasta la última gota de ese
río es chocolate derretido caliente de la mejor
calidad. De una calidad insuperable. Hay ahí
chocolate suficiente para llenar todas las
bañeras del país entero! ¡Y todas las piscinas
también! ¿No es fantástico? ¡Mirad esos tubos!
Succionan el chocolate y lo llevan a todas las
demás dependencias de la fábrica, donde haga
falta. ¡Miles de litros por hora, mis queridos
niños! ¡Miles y miles de litros!
—¡La cascada es muy importante! —prosiguió
el señor Wonka—. ¡Mezcla el chocolate! ¡Lo
bate! ¡Lo tritura y lo desmenuza! ¡Lo hace
ligero y espumoso! ¡Ninguna otra fábrica del
mundo mezcla su chocolate por medio de una
cascada! ¡Pero es la única manera de hacerlo!
¡La única manera! ¿Y os gustan mis árboles?
—exclamó, señalándolos con su bastón—. ¿Y
mis hermosos arbustos? ¿No os parece que son
muy bonitos? ¡Ya os dije que detestaba la
fealdad! ¡Y, por supuesto, son todos
comestibles! ¡Todos ellos están hechos de algo
diferente y delicioso! ¿Y os gustan mis colinas?
¿Os gustan la hierba y los botones de oro? ¡La
hierba que pisáis, mis queridos niños, está
hecha de una nueva clase de azúcar mentolado
que acabo de inventar! ¡La llamo mintilla!
¡Probad una brizna! ¡Por favor! ¡Es deliciosa!
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